En realidad, tanto si pretendes realizar una obra pequeña como una grande, lo más probable es que necesites contar con una licencia de obra, el documento que te confiere permiso de construcción. Suele estar expedido por el departamento de urbanismo de los ayuntamientos para asegurar el cumplimiento de la normativa vigente y la correcta ejecución de obras dentro del marco legal. Es decir, que no hay cambio ni renovación sin la adecuada aceptación oficial.
Es necesario partir de la base de que cualquier intervención, por muy leve que sea, va a requerir un consentimiento oficial para poder ponerla en marcha. De hecho, se suele distinguir entre la licencia de obra menor y la licencia de obra mayor. La primera incluye: revestimientos, reparaciones, cerramientos, supresión de barreras arquitectónicas, decoración, fontanería, electricidad, saneamiento e instalación de sistemas de calefacción. Todas ellas operaciones que se entienden sencillas a nivel técnico, constructivo y económico.
La segunda, sin embargo, por considerarse de mayor complicación, debe solicitarse con anterioridad al comienzo de las obras y abarca construcciones de plantas, elementos comunes, ampliaciones en altura o volumen, modificaciones de la estructura o cambios en el uso del inmueble. Pero dado que la ordenanza municipal y el Plan General de Ordenación Urbanística de cada municipio puede variar, lo recomendable es solicitar información y cerciorarse del tipo de documento que corresponde en cada caso.
El objetivo último de este trámite no es otro que el de garantizar la seguridad de todas las personas implicadas así como de terceros y del propio edificio en el que se van a llevar a cabo las obras. No obstante, suelen ser los arquitectos o propios aparejadores los únicos profesionales competentes para redactar la memoria, elaborar y revisar este tipo de proyectos cuando sea obligatorio.
Así que ante la duda, siempre es mejor consultar para evitar problemas y poder realizar la reforma con total tranquilidad.
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